Cobrar lo justo no es caro: es profesional
Eduardo Llasat Botija • 10 de julio de 2025

Realización de sesión fotográfica en restaurante. ©Jordi Andorrá
En el mundo de la imagen —y especialmente en la fotografía gastronómica, publicitaria y de producto, que es donde más trabajamos— cada vez es más habitual encontrarse con clientes sorprendidos por los presupuestos. No porque sean desorbitados, sino porque están acostumbrados a precios absurdamente bajos.
Y es que en los últimos años, con la democratización de las cámaras, los móviles que hacen fotos "aceptables", y la entrada de gente sin formación ni experiencia, parece que todo el mundo puede ser fotógrafo. El problema es que eso ha desvalorizado el trabajo profesional, haciendo creer que una imagen buena se hace sola.
Pero sabemos que no es así.
Una buena fotografía no es apretar un botón. Es conocer la luz, el encuadre, la composición, el producto, el cliente, el mensaje, la postproducción… y eso no se improvisa. Se estudia, se practica, se vive, y se perfecciona con los años.
Cuando presupuestamos un trabajo, no solo estamos poniendo un precio a unas fotos. Estamos valorando:
* el tiempo de preparación,
* el equipo técnico (que cuesta y se mantiene),
* los desplazamientos,
* la experiencia y criterio profesional que ponemos al servicio del cliente,
* y, por supuesto, la edición posterior.
Todo eso tiene un valor, y no se puede ni se debe regalar.
Porque si no cobramos lo justo, no podemos sostener un servicio de calidad.
Hay quien cobra 100 € por una sesión. Pero no podemos ni debemos competir con eso. Nosotros ofrecemos una solución global, un servicio completo, con asesoramiento, con visión de marca, con implicación. Y eso no solo se ve en la calidad de la imagen, se nota en el resultado final: en cómo crece la marca del cliente, en cómo comunica, en cómo vende.
Cobrar lo justo no es “ser caro”.
Es saber lo que vale tu trabajo, tu tiempo y tu experiencia.
Y defenderlo con honestidad, sin miedo y con profesionalidad.